jueves, 22 de noviembre de 2007

PARTES DE UN TODO 2

Para comenzar, no he visto en sus ojos un mínimo de imprudencia ni de orgullo. A falta de cualquier reflexión, permanece sin discrepar, solo otorgando. Se lleva el tiempo ofreciendo oportunidades que supuestamente me comprometerán a tener mayor cuidado. Y así resulta, no lo evito. Solo me dispongo a confiar en ella. A entregarme por completo en su sabiduría, que si no la persigue, le brota de manera espontánea, como tocada por la mano de Dios. Un estado de seguridad que me asombra y que me facilita permanecer a su lado. Y confío, como nunca lo había hecho. No tengo Dios, sólo a ella.

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